Gran Bretaña ha retrasado tres años los cultivos transgénicos, entre ellos el de colza. En España se introdujo el primer maíz transgénico hace unos años. Miles de kilos de este maíz ya están en nuestras despensas. Un maíz que, por su potencial riesgo, según Ricardo Aguilar, portavoz de Greenpeace, está prohibido en otros países.
la solicitud española de cultivar dos tipos de algodón alterado genéticamente por Monsanto, la multinacional líder en biotecnología. Estos cultivos habían sido rechazados por el Parlamento Europeo, para quien suponían "un claro riesgo para la salud". Aunque en España se consiguieran prohibir estos y otros cultivos, nada impediría que se importaran de otros países. Hace nueve años se tenía que haber firmado un protocolo regulador se estos productos, de acuerdo con el Convenio sobre Biodiversidad aprobado en Río, pero media docenas de países, frente al criterio de 132 hicieron fracasar la Cumbre de Cartagena de Indias (Colombia). Estados Unidos, que controla el 90% del mercado, se opuso, con lo que los intereses de la industria han prevalecido sobre los de la salud y el medio ambiente, según han denunciado diversas ONGs.En todo caso, la industria productora de organismos transgénicos cuenta con poderosos aliados, y no sólo en el gobierno de Estados Unidos. Nada menos que la ONU, en concreto la FAO, encargada de velar por la agricultura y la alimentación en todo el mundo, ha declarado recientemente que la biotecnología -prefiere este término al de manipulación genética- es un "instrumento poderoso para alimentar a una población mundial creciente". Este organismo señala que en este año 2002 se pueden llegar a casi 7.300 millones de habitantes en el planeta y la mayor parte, 6.200 millones, vivirán en el Tercer Mundo. Esto obligará, según Monsanto, a que para fechas próximas sea necesario producir un 75% más de comida.
La ONU y los laboratorios impulsores de la manipulación genética coinciden en sus predicciones, así como en proponer alimentos transgénicos como solución para un mundo superpoblado. Sin embargo, este argumento es rebatido por ONGs como Greenpeace, que lo consideran "ridículo". Para el portavoz de esta entidad, "es vergonzoso que se quiera utilizar el hambre como excusa para fabricar estos alimentos. Si fuera verdad, los países del Tercer Mundo serían los más favorables a ello, pero han sido los que más se han opuesto en Cartagena de Indias. Son los grandes multinacionales las que ganan y se necesita mucha desfachatez para mantener esta postura, sobre todo cuando en la Unión Europea se ponen multas por producir más de los cupos establecidos y se destruyen cultivos".
No es de extrañar que los países en vías de desarrollo sean los más opuestos a los cultivos transgénicos. Miles de agricultores se han arruinado a causa de la producción sintética de alimentos como la vainilla o el azúcar. Las compañías fabricantes de semillas transgénicas parecen buscar la dependencia económica del Tercer Mundo, más que su desarrollo. Amparándose en el GATT, el Tratado de Libre Comercio, que respalda la propiedad intelectual, Monsanto prohíbe a los compradores de sus semillas (un 25% más caras que las normales) guardarlas de una cosecha para otra. En Estados Unidos un ejército de inspectores se encarga de vigilar los graneros y de que se multe a los infractores. En la India, donde la práctica de guardar las semillas es milenaria, los agricultores han protagonizado violentas protestas y han quemado cultivos transgénicos. Para evitar conflictos e incrementar beneficios, Monsanto ha desarrollado la tecnología Terminator, que crea plantas transgénicas estériles. Así se garantiza que el agricultor solo pueda obtener semillas nuevas de la compañía. Sin embargo, el ministro de agricultura indio, han conseguido que se prohíban en su país.
Otro aspecto de la biotecnología, resaltado por la FAO y los fabricantes, es que la aplicación de pesticidas y funguicidas se reducirá gracias a las plantas con resistencia genética a las plagas. "Uno de los cultivos mejorados por Monsanto, el algodón, ha sido protegido genéticamente contra los insectos, lo que ha evitado la aplicación de más de tres millones de litros de pesticidas". Asegura Jaime Costa, director técnico de este laboratorio en España.
Sin embargo, se han encontrado insectos resistentes a las toxinas insertadas en las plantas,
según el experto en cultivos transgénicos Manuel Altieri, de la Universidad de California. También se tiene conocimiento de insectos capaces de encontrar los tejidos menos alterados genéticamente, por lo que, para este científico, la inmunización frente a ellos "está condenada al fracaso". Según Altieri, es imposible controlar que estos animales pasen de un cultivo transgénico a otro que no lo sea y arrasen la cosecha. Otro tanto ocurre con los genes resistentes a virus, que pueden dar lugar a nuevas razas virales más peligrosas; y con los genes que repelen las malas hierbas, que pueden ocasionar supermalezas. "Los cultivos resistentes a los herbicidas probablemente aumentarán el uso de los mismos, así como los costes de producción". Advierte.
Las consecuencias para el ecosistema son aún peores. Se han desarrollado plantas con capacidades insecticidas que pueden amenazar la existencia de insectos y hongos beneficiosos e incluso imprescindibles para la planta y para otras especies. Los efectos a gran escala no se conocen todavía con certeza. Las toxinas incorporadas al ADN de las plantas pueden trasladarse al suelo y al agua, afectando a otros organismos vegetales y animales. Las combinaciones genéticas son imprevisibles. Podemos asistir a una nueva variedad de insectos y microorganismos contra los que no existe ninguna defensa. Además, si aparece una plaga, todos los cultivos se ven afectados. Esto es especialmente preocupante en países con ecosistemas frágiles o que dependen económicamente de la agricultura. "Las enfermedades de las plantas, las plagas de insectos y las malezas han aumentado con el desarrollo del monocultivo, y en las plantaciones manejadas intensivamente y manipuladas genéticamente se pierde pronto la diversidad genética", señala Altieri.
¿Cuáles son los riesgos para el hombre? Además de las consecuencias indirectas derivadas de su interacción con otros organismos del ecosistema, nuevos o alterados genéticamente, hay peligros reales a causa de la ingestión de productos transgénicos. Según una encuesta de la Sociedad Internacional de Quimioterapia, realizada entre investigadores de 25 países, el 57% de ellos considera que el riesgo de comercializar sin restricción maíz resistente a antibióticos es "inaceptable".
El organismo encargado de velar por la seguridad de los alimentos y medicinas de los Estados Unidos, la FDA declaró que los industriales deberían vigilar que estos productos "no estén presentes ni en los alimentos ni en los derivados de las nuevas variedades de plantas".
Superbacterias
Investigadores del Instituto Estatal para el Control de Calidad de los Productos Agrícolas, en Holanda, han demostrado que los genes resistentes a antibióticos, introducidos en la comida, pueden "transferir su resistencia a las bacterias existentes en el estómago" y crear "superbacterias" que no pueden ser aniquiladas ni con los antibióticos más potentes.
Alguno de estos hallazgos molestan extraordinariamente a los centros donde se han descubierto, ya que muchos de ellos reciben subvenciones de la industria farmacéutica. Una de las mayores autoridades mundiales en proteínas vegetales, el profesor Arpad Pusztai, fue obligado a abandonar el Instituto Rowett, en Escocia, tras desvelar que la comida alterada genéticamente podría dañar los órganos vitales de las ratas. Otros científicos confirmaron sus hallazgos. Así, el Dr. Vyvyan Howard, de la Universidad de Liverpool, ha señalado que las patatas transgénicas afectan al crecimiento, metabolismo y funciones inmunes de estos animales, con lo que se plantea la duda de si sucederá igual en los seres humanos.
Genes para la salud
Algunos de los organismos modificados genéticamente no están diseñados para producir más o menos baratos, sino para curar enfermedades. Por ejemplo, la Universidad Autónoma de Madrid presento el hallazgo de un gen de origen vegetal para el tratamiento del cáncer.
Las posibilidades terapéuticas de plantas y animales transgénicos parecen cada día mayores. Incluso el tabaco puede convertirse en una fuente importante de hemoglobina si se insertan genes humanos en la planta. De ahí a la sangre vegetal todavía queda un camino que tardará en recorrerse, pero que ya está perfilado.
Como en todas las cosas, lo que es beneficioso o perjudicial se diferencia simplemente por el discernimiento de los seres humanos, el grave problema es que éste, no va siempre acorde con los intereses económicos, ni con otros menos confesables.
Los
transgénicos incrementan el uso de pesticidas y no ayudan a combatir el hambre
ni la pobreza, según Amigos de la Tierra
La ONG afirma que los cultivos modificados genéticamente "han
fracasado al no aportar los grandes beneficios prometidos"
·
13 de febrero de 2008
Los organismos genéticamente modificados (OGM) o
transgénicos han provocado un incremento masivo del uso de pesticidas y no están
solucionando los problemas de hambre y pobreza en el mundo ni incrementando el
rendimiento de los cultivos, según concluye un informe de Amigos de la Tierra
presentado de forma simultánea en Madrid, Bruselas, Kuala Lumpur (Malasia) y
Lagos (Nigeria).
"Los cultivos transgénicos han fracasado al no
aportar los grandes beneficios prometidos. En su lugar, nos encontramos que el
incremento en el uso de pesticidas provocado por estos cultivos supone una
amenaza para el medio ambiente y la población a escala global", explica
David Sánchez, responsable de agricultura de Amigos de la Tierra España.
Asimismo, Nnimmo Bassey, coordinador de la campaña
de transgénicos de la ONG en Nigeria, asegura que la industria de los OGM
"nos dice a los africanos que necesitamos cultivos transgénicos para
afrontar las necesidades alimenticias de nuestra población. Pero la mayoría se
utilizan para alimentación animal en los países ricos, para la producción de
agrocombustibles y ni tan siquiera son más productivos que los cultivos convencionales".
Por su parte, Helen Holder, responsable de la
campaña en Europa, advierte de que los transgénicos "no son la solución a
los urgentes problemas ambientales y desafíos económicos a los que se enfrentan
los agricultores europeos y de los países empobrecidos. Cada vez hay más
evidencias de que en todo el mundo los métodos agrícolas más sostenibles
proporcionan soluciones reales, al tiempo que desarrollan las economías locales
y crean empleo en el medio rural".
¿Quién se beneficia con los transgénicos?
Según el informe de la organización ecologista, que
se titula "¿Quién se beneficia con los cultivos transgénicos?", la
introducción de estos ha provocado un mayor uso de pesticidas. Así, estudios
del Gobierno de Estados Unidos muestran un uso 15 veces superior del herbicida
RoundUp (glifosato) entre 1994 y 2005, y otro del Gobierno de Brasil, un
aumento de casi un 80% entre 2000 y 2004. Esto tiene como resultado un número
cada vez mayor de malas hierbas resistentes al glifosato en todo el mundo, lo
que provoca un incremento en los costes de producción de los campesinos y
graves impactos ambientales.
Además, el estudio indica que los cultivos
transgénicos no solucionan los problemas de hambre o pobreza. De hecho, dice
que la mayoría de los productos modificados genéticamente comercializados hasta
la fecha se destinan a alimentación animal para la producción de carne en los
países ricos, y no para alimentar a la población más pobre.
El informe añade que los transgénicos no tienen
mayores rendimientos que otros cultivos. En este sentido, señala que hay
estudios que ponen de manifiesto que los cultivos de soja resistente a
herbicidas de la multinacional Monsanto son entre un 5% y un 10% menos
productivos que los convencionales.
Por último, asegura que la superficie de maíz
transgénico en la UE supone menos del 2% de la superficie total cultivada de
este producto y que cinco países han prohibido ya el maíz de Monsanto por las
cada vez mayores evidencias de su impacto negativo sobre el entorno.
Si los transgénicos no se utilizan para resolver el problema del
hambre y además producen efectos negativos para la salud, será mejor prohibirlos. Si atendemos a los
comunicados de la Asociación Médica de Estados Unidos, deberíamos asegurarnos
que cada uno de nosotros y nosotras estemos bien lejos de la exposición a los
pesticidas.
Según dijeron, “existe incertidumbre
acerca de los efectos de la exposición prolongada de dosis bajas de pesticidas.
Los sistemas de supervisión actuales son inadecuados para definir los riesgos
potenciales relacionados con el uso de pesticidas y con enfermedades relacionadas con pesticidas. (…) Teniendo en
cuenta estas faltas de datos, es prudente limitar la exposición a pesticidas y
usar los pesticidas químicos menos tóxicos o recurrir a alternativas no
químicas”. Pero caminamos en el sentido contrario, porque además de la
exposición directa que sufren muchas personas, todos acabamos “tragando” alguna
clase de pesticidas transportados por los alimentos que contienen transgénicos.
En España hay 100.000 hectáreas dedicadas al cultivo de
maíz transgénico. La contaminación de este maíz a los cultivos convencionales o
ecológicos para el consumo humano está demostrada.
En la actualidad, dos de los transgénicos más extendidos llegan, aunque sea en bajas
dosis o como residuos, a nuestros platos. Soja bañada de un pesticida llamado
glifosato y maíz que incorpora una toxina letal para los insectos. La soja, no
la confundamos con la usada en la alimentación asiática, nos llega desde el cono Sur de
Latinoamérica y especialmente de Argentina, y su rasgo transgénico la hace
inmortal a dicho pesticida, por lo tanto se le riega con esa sustancia. Aunque
aquí no consumimos esa soja directamente, es la base de la alimentación de
nuestra ganadería intensiva y un ingrediente importante de la comida industrial
donde la encontramos como lecitina, un emulgente de las grasas, que se
encuentra en la bollería, las salsas, las papillas, etc. ¿Y qué ocurre con los
seres humanos que entran en contacto directo con el glifosato como ocurre en
muchas poblaciones de esas regiones? Los datos empíricos son claros:
malformaciones embrionarias,enfermedades dérmicas, respiratorias y aumento de casos de
cáncer.
Y en el laboratorio, cuando se estudia
con animales hay ya numerosos y rigurosos estudios muy preocupantes: El Dr. Robert Bellé,
Director del Centro Nacional de Investigaciones de Roscoff en Francia,
determinó que el glifosato puede inhibir el cese de la reproducción de una
célula; el Dr. Dick Ralea de la Universidad de Pittsburg (USA) descubrió que la
aplicación de glifosato sobre fuentes de agua con anfibios en desarrollo,
destruía el 70% de la biodiversidad de anfibios y el 86% en renacuajos;
investigadores oncológicos suecos informaron en el Journal of American Cancer
Society de una estrecha relación entre Linfoma No Hodgkin (un tipo de cáncer) y
el glifosato; y, por último, los más conocidos estudios dirigidos por el Dr.
Gilles-Eric Seralini, de la Universidad de Caen en Francia y asesor de la
Comisión Europea, donde demuestra que tal sustancia produce la muerte de las
células embrionarias, placentarias y del cordón umbilical, dando origen a
malformaciones, teratogénesis y tumores.
El mismo Dr. Seralini alerta en un
reciente estudio publicado en International Journal of Biological Science sobre
qué le pasa a los animales de experimentación alimentados con maíz con las
toxinas Bt antes mencionadas: a los tres meses en los análisis de sangre
encuentra un aumento de grasa en sangre (del 20% al 40%), de azúcar (10%) y
problemas de riñones y de hígado. Y este maíz, aunque también sólo está
aprobado para alimentar ganado, lo tenemos más cerca.
¿Y qué ocurre con los seres humanos que
entran en contacto directo con el glifosato como ocurre en muchas poblaciones
de esas regiones? Los datos empíricos son claros: malformaciones
embrionarias, enfermedades dérmicas, respiratorias y aumento de casos de
cáncer.
En España hay 100.000 hectáreas dedicadas al cultivo de
maíz transgénico. La contaminación de este maíz a los cultivos convencionales o
ecológicos para el consumo humano está demostrada.
Y ahora la Comisión Europea ha aprobado
un nuevo cultivo transgénico, la patata. Al igual que el maíz y la soja
(mayoritariamente de Monsanto al igual que el glifosato requerido) se trata de
un cultivo para usos industriales y piensos. Basf, propietaria de la
frankenpatata, aspira a ganar unos 20 millones de euros al año. Esta variedad
lleva lleva genes resistentes a los antibióticos. Si entran en la cadena
alimentaria, favorecerán la creación de resistencia de las bacterias a esos
antibióticos. Y perderemos un recurso médico.
A medida que los transgénicos avanzan, desaparecen las pequeñas fincas
productoras de alimentos diversos y de calidad. ¿Son los transgénicos la
solución contra el hambre? Pues si no están destinados para el uso humano, está
claro que no. Y si cuando nos los comemos nos pasa como a los ratoncitos, ¿por
qué no se prohíben? ¿Nuestra mesa está gobernada por Monsanto, Basf y
compañía? www.ecoportal.net
Revista Fusión
VER EN EL APARTADO COSAS QUE NO NOS CUENTAN LA ENTRADA SIGUIENTE DEL TEMA: "ENTREVISTA CON LA DOCTORA ELENA ALVAREZ BULLYA (GENETISTA MOLECULAR, MEXICANA) SOBRE LOS TRANSGENICOS."
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