Muchas personas estarán en contra de este post y lo sé. Que el agua de canilla, chorro, o llave es simplemente asquerosa, que está contaminada, que le echan sustancias para controlar nuestras voluntades cual soma huxliano. Lo cierto es que ante este problema, los paladares más finos han comenzado a consumir en grandes cantidades agua embotellada alimentando un negocio para nada sustentable.
Los refrescos y bebidas pasaron de moda. Tanto así que el alcalde de NY intentó prohibir las bebidas y refrescos de tamaño gigante. Mucha azúcar y calorías alejaron al usuario cada vez más consciente de un estilo de vida saludable, sin embargo este también resultó un buen nicho de consumo. Cuidarse bebiendo agua con vitaminas y suplementos para cada tipo de cliente, con sabores, en distintas presentaciones y medidas resultó un atractivo irresistible. En 2011, los estadounidenses compraron 9,1 millones de galones de agua embotellada, con un consumo per cápita de 29,2 galones.
Hace un par de años la Universidad de La Trobe de Melbourne, en Australia, desmintió el mito de que se deben tomar dos litros de agua diariamente, diciendo que para alcanzar esta cifra ideal se pueden consumir todo tipo de líquidos. Intentando paliar los efectos de lo que el profesor Spero Tsindos, del Departamento de Dietética y Nutrición Humana calificó como "moda", se dio a conocer este estudio por el alza inusitada de botellas plásticas.
Aunque nos cueste aceptarlo, las obsesiones sociales son habituales y nuestra huella en la Tierra difícilmente resulta ser positiva. Las industrias que producen lo hacen con un criterio que abruma y presiona las materias primas y el volumen de la demanda siempre es ascendente. De esto también es parte el agua. Vendida como un objeto suntuario, cuando resulta ser un elemento vital.
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